La posibilidad de una inminente invasión rusa a Ucrania intensifica el estado de alarma en la región, amenazando con hundir aún más a los 44 millones de habitantes del país en las garras del conflicto.
Pero un movimiento del Kremlin también se extendería mucho más allá de la frontera compartida de las dos naciones.
Los expertos temen que pueda marcar el comienzo de una nueva era de incertidumbre en Europa del Este, que interrumpiría las cadenas de suministro y la economía global y forzaría un cambio en la influencia geopolítica que podría dañar la credibilidad de Occidente.
Estos temores aún podrían evitarse. El gobierno ucraniano está minimizando los riesgos inmediatos de una invasión a gran escala, incluso cuando los funcionarios de todos los bandos se esfuerzan por encontrar una solución diplomática a un enfrentamiento que, según advierte la administración de Biden, está peligrosamente cerca de la guerra.
Si ocurre una incursión, no está claro qué forma tomaría, y predecir las intenciones del presidente de Rusia, Vladimir Putin, es un ejercicio notoriamente imprudente. «Cualquier guerra contemporánea sería horrible, pero hay gradaciones en el horror», dijo Nigel Gould-Davies, exembajador británico en Bielorrusia que ahora es investigador principal para Rusia y Eurasia en el grupo de expertos del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés).